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Mediocridad
La vida diaria, la rutina y esa dosis de trabajo y responsabilidades que nos bombardea continuamente cansa. Claro que cansa. Mucho trabajo, poco descanso, las presiones que nos envuelven, las preocupaciones que nos agitan y los nervios que nos atacan pueden hacer una existencia normal, una dura lucha contra el reloj y las necesidades de la familia. No hay tiempo para lo que uno quiere y sus esfuerzos son para poder hacer lo mínimo para cumplir y yá. El ánimo y el gozo que debe haber en tu vida está sofocado por los problemas reales y percibidos que parecen grandes e invencibles. Añádale a eso alguna prueba inesperada, que sacuda a la familia, algo que duela, y el panorama se transforma en un desierto árido, seco y sin vida. La felicidad no parece existir en este laberinto de lucha y pena. Un remolino que nos tiene atrapado y promete ahogarnos.
La conformidad se nos apodera y con los años se convierte en nuestra manera de ser. No hacemos cosas que nos saquen de nuestra rutina, nuestra area, nuestros amigos, nuestras costumbres. Esa persona que quería cambiar el mundo se estancó en la mediocridad. Lo que hacen en su trabajo, con sus amistades, con la familia y en su Iglesia son esfuerzos meramente mecánicos. Actos de presencia. Su espíritu no está lleno de sus obras. Lo lindo que haces por ahí, te debe cargar el alma. Si no haces nada. ¿Qué vas a sentir? En vez de ayudar, miran; en vez de cantar, se rascan; en vez de orar se arreglan la camisa o chequéan el celular. Este desdén refleja el mismo comportamiento que exhiben dentro del hogar y de la oficina.
Jesús quiere que abrazes la vida de lleno. La familia, su trabajo y la Iglesia te exigen que luches con todo tu corazón y con todo tu ser. Sirve y cuida de tu familia como si fuera el último día que los fuera ver. Trabaja y mejorate. Tu carrera o tu oficio son bases fundamentales para calmar las ansias que trae el sobrevivir en la econmía de hoy. Ya que vas a bregar, hazlo con gusto. Hazlo bien. Hazlo orgulloso. Pero sobre todo, abre tu corazón y deje que la palabra de nuestro Cristo Rey te llene de paz y sosiego. Solo con Jesús se puede. Busca por ahí. Asombra tanta distraccion y desidia. Males que se riegan como un virus. No hay más na. ¿Quien te puede guiar en todos tus pasos? Las enseñanzas de Jesús siguen funcionando y sus brazos te siguen esperando. ¿Porqué esperas la tragedia para reconocer que Cristo es tu único camino?
Entrégate a tu Señor Salvador, vive su palabra y ayuda a otros a conocer su maravilloso plan de vida. No seas mediocre en nada. Asombra tu familia y tus amistades. Dales sólo lo mejor de tí. Ellos se darán cuenta y te sentirás mejor viviendo con Cristo, que sin él. Recuerda, “me amarás con todo tu alma y todo tu ser”. Aplica sus enseñanzas a tu vida diaria y verás como todo encuentra sentido y tus esfuerzos serán premiados con una paz y tranquilidad única que sólo viene de vivir con nuestro Señor Jesucristo. Haz de tus luchas una obra de alabanza. Vive. Una miradita a tu alrededor te explicará gráficamente lo bien que estás. Dale a tu Señor su puesto en tu vida y conocerás el milagro cristiano. Una manera de vivir feliz, donde los golpes que brinda la vida en esta tierra parecerán pequeños y vencibles. Así verás lo fabuloso de los milagros que realiza nuestro Padre por tí y los tuyos. Bendiciones del cielo que no tienen nada de mediocre. Luis Nieves Sánchez, SSN. |
