Karma
Qué muchas vueltas da la vida. Como dicen,“uno cosecha lo que siembra”. La vida que te da tu Dios tiene un mundo de posibilidades. Gracias a su divina voluntad, tienes de qué escoger. Eso es lo fácil y lo difícil de nuestra creencia en el Dios verdadero. Tenemos una fe que nó nos compromete. Una fe que nos deja decider a cada momento y en cada situación como debemos proceder. Qué dulce es mi Señor. Podemos hacer a diario lo que nos plazca. Tú decides. Nuestro Cristo no nos manda, ni nos reprende. Dios lo que hace es enseñarnos y mostrarnos un camino lleno de amor y comprensión por nuestros hermanos. Una forma de vida que nos garantiza el provecho y paz que nos hace completos y fructíferos. Cualquiera puede sugerir una solución a tus problemas. Pero las lecciones que vienen de mi Cristo, no solo enseñan, resuenan. Aunque eso sea magnánimo, no se compara con su capacidad de perdonar. Un perdón que nos humilla y nos hace reflexionar. Quizás lo más duro para nosotros. Lo que demuestra y nos exige una vida realmente llena del Espíritu Santo, es el acto solemne de perdonar. Un acto que no solo redime, pero revive. Todo el mundo sufre. Ese dolor infame que sentimos por nosotros, por los nuestros y por el extraño. Agonías que nos torturan y nos mantienen presos, impuestos por las maquinaciones del hombre y de la mujer. Ese sufrimiento que compartimos con nuestra gente, tambien la compartimos con el Todopoderoso. Si te crees que mi Jesús no sufre junto a tanta alma noble, esas penas amargas, estás bien equivocado. Así como sufrió cada clavo, cada espina y cada golpe, asimismo sufre por los inocentes, los agobiados y los derrotados. La vida no fuera vida, si no tuviera sus altos y sus bajos, sus esperanzas y sus fracasos, sus alegrías y sus penas. La gracia de mi Señor provee la suficiente dicha para hacer de este mundo un sitio vivible y provechoso. Nadie te prometió un jardín de rosas. Pero si tu fe y tu convicción lo merecen, puedes gozar de los encantos de nuestro mundo sin recriminación. Mieles que solo vienen de una vida familiar sana y verdadera. Si fuera fácil, no hubiera la obligación de necesitar, de amar y de crecer. Vivir la vida con Cristo a tu lado de seguro hará de tu existencia en la tierra una aventura preciosa. Una vida donde trabajas y gozas, amas y quieres, vives y dejas vivir. La sencillez del Milagro Cristiano es asombroso. Un libre albedrío, donde tenemos que incorporar todas estas virtudes cristianas de las que hablamos y enmarcar nuestras esfuerzos con ellas. Ahora, piensa bien las cosas. Porque sí está bien documentado lo siguiente. Si quieres lo bueno, pórtate bien. Si quieres amor, tienes que amar de verdad. Si quieres paz, tienes que regar la paz donde quiera que estés. Si quieres salud, cuídate. Si quieres perdón, perdona. Si quieres éxito, ampárate en las morales de tu fe y triunfarás y si quieres construir, edifica tus obras sobre la piedra firme de nuestra doctrina y así te aseguras que ni una catástrofe los podrá derrumabar. Porque en este mundo hay un fenómeno llamado karma, el ciclo eventual de la cosecha de tus acciones. La verdadera vara con que tú medirás tus esfuerzos. Ahí sabrás si acertastes, si hiciste bien. Porque tu soberbia te dirá una cosa, pero tu mundo, tu gente y tu Dios te darán la calificación que de verdad te mereces. Seguramente te sorprenderá, a menos que vivas como vivió mi Jesús. Ya sabes. Lo que haces te vuelve multiplicado. Si hieres, te hieren. Si calumnies, te calumniarán. Si engañas, te engañarán. Si causas sufrimiento, bendito. Si eres un falso, te descubrirán, y si coges las bendiciónes que nos trajo el sufrimiento y el ejemplo de mi Jesús para aprovecharte de tus hermanos, quemarás lentamente en el fuego que provocaron tus acciones. No todo te dará fruto, pero al regar la bondad y el amor de Dios por nuestra tierra estarás continuando la obra de Juan, Pedro y Pablo, y de manos con nuestro clero hacer milagros en nuestros hogares, nuestra Iglesia y nuestra Patria. Sé lo que es sembrar y sé lo que es esperar y no encontrar ni la cosecha, ni las gracias. Hoy en día, orándole a mi Creador y viendo su imagen sonreida, contenta y satisfecha, se me llena el alma. Se me aclara la mente y como polvo se deshacen las trivialidades de la vida que a veces nos envuelven. La vida tiene sus ciclos y tu vida tiene sus momentos. Ni tú, ni nadie sabe cuando llegará lo tuyo. Siguiendo el camino de bien, estarás en paz sabiendo que lo sembraste con Cristo y tu Iglesia en el corazón. Lo que uno hace, le vuelve. Claro. Pero lo que yo hago con mi Jesús, se queda! Luis Nieves Sánchez, SSN.
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