LuismNieves  

 

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Cristo Viene Pronto

 

Culpa

 

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Luis Nieves Sánchez

 

luismnieves@aol.com

Memorial a la Primera Iglesia de Puerto Rico

Palabra y Obra Viva en Borinquen

Católica, Apostólica y Puertorriqueña

GLORIA

 

   ¡Ay Mamá! Nuestra sociedad occidental es una de carácter patriarcal. No tan exagerada como en los países árabes y asiáticos que denigran y limitan las posibilidades y el status de la mujer y su vida, pero vivimos en un mundo donde los hombres históricamente han tenido en sus manos las responsabilidades de liderato. Ellos tomaban las decisiones de la colectiva, guiando los caminos de los pueblos y las rutas sociales, económicas y espirituales que su gente cabalgarían. Y tambien asumían los privilegios y los frutos que sus políticas cosechaban. Bueno o malo, la suerte de la familia estaba sujeta a sus voluntades y ánimos.

   La fuerza, rudeza y corpulencia física del hombre es quien ha dictaminado su rol de jefe. Su inteligencia, coraje y carácter están a la par con las mujeres que bendicen esta tierra. Los hombres no por ser hombres son los más que trabajan, los más que luchan, los más que oran, ni los más que sufren. El hombre en su arrogancia se cree superior y escogido por Dios para hacer y deshacer a su antojo. Las mujeres destinadas por Dios a parir las nuevas almas humanas han sido relegadas a un papel secundario en cuanto a su influencia en las concentraciones de poder en el mundo. Aparte de algunos casos especiales en el pasado, los monumentos de grandeza y idolatría han sido dirigidos a alguno que otro hombre.

   No estoy menospreciando los logros y la posición del hombre en el éxito y desarollo de la raza humana. Al revés. El hombre, guerrero, proveedor, caudillo, líder y protector de la familia es una joya de la naturaleza. De verdad hecho en la imagen de Dios. Pero si el hombre está hecho en la imagen de Dios, tambien la mujer. Aquellos que se creen el cuento de la costilla, están muy equivocados. Los roles del hombre y mujer han estado bien definidos por mucho tiempo. Esa combinación ha hecho verdaderos milagros. Pero restarle importancia a las maravillas que ejecutan las mujeres es sacrilegio. La disposición, ternura, pasta, abnegación y fe de la mujer es inigualable. Son admirables las hazañas que hacen las mujeres a diario. Y si son madres, esas hazañas se convierten en una faena de amor y sacrificio por los suyos.

   La falta de paciencia y el orgullo de los hombres termina muchas veces en disturbios y violencia,a veces por las cosas más sencillas. El hombre grita y patalea cuando cualquier cosa se le entroncha. Pero la madre, no solo se tiene que resignar, tiene que seguir adelante por el bienestar de la familia. Cuanto maltrato, descaro, infidelidad, violencia, humillación y hambre han tenido que aguantar esas madres preciosas por atender las necesidades de sus hijos y su familia. Si las historias de las madres fabulosas que nos rodean fueran publicadas, no hubiera sitio donde meter tanto libro. El hombre hace cualquier cosita y enseguida le hacen un homenaje ó una estatua y lo agasajan como héroe. Perdidos, pero no olvidados nos quedan los miles y miles de logros y éxitos personales que realizan nuestras madres a lo largo de sus vidas.

   Cada uno de nosotros tiene su historia por contar. Los cariños, las alegrías, las peleas. Los recuerdos de la madre son la crema de nuestros pensamientos. Los afortunados que la tenemos cerca la vemos como el ejemplo más vivo de la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. La idea de perderla nos puede llevar a la locura y la depresión. No tener tanta belleza en nuestras vidas nos asusta. Vivir sin la madre es como vivir sin el sol. Una existencia triste y oscura. Una padecer vivible, pero temido.

   Las madres de nuestra Isla tienen en su corazón, las llamas de su fe. En su mente las preocupaciones de su gente y en su alma, la pureza y amor de Jesús mismo. Porque María no era María, hasta que llegó Jesús. Dios sabe a quien poner a criar y a quien nó. Todas las poesías y canciones del mundo nunca darán a basto para agasajar y describir las tribulaciones y éxitos de las madres. Son las calladas heroínas de la historia del hombre.

   En cada familia y en cada rincón del Borinquen, hay una madre. Atendiendo, trabajando, luchando, defendiendo, sollozando, riendo, amando y clamando por todos nosotros. Son el sal de la tierra y el aroma de la flores. Son la brisa que nos comforta y la luz que nos alumbra. Que triste y sin sentido sería el mundo sin la vieja. Por eso cada día le doy gracias a Dios por todas las madres del mundo. Y en especial a la mía. Doña Gloria. Una santa que ha ayudado y alegrado a todos en su viaje por esta tierra. Sus huellas están clavadas muy hondas en las personas que la han conocido. Y en mi su recuerdo siempre estará grabado en mi alma. Aunque no la merezco, le doy gracias a Dios por haberla conocido y poder tenerla cerca. Porque es reina entre las mujeres y hombre entre los hombres.

Mi Jesús tuvo a María, pero sé que me envidia. Porque madre como la que tengo, no la tiene nadie. No entenderé muchos de los dogmas y misterios de nuestra Santa Iglesia. Pero cuando hablan de la Gloria de Dios, ya sé de quién hablan.                                                      Luis Nieves Sánchez, SSN.