De Vuelta a la Escuela - Vuelven los muchachos a la escuela... Sus padres, cada uno a su manera, está forjando el futuro de su hijos, de su familia y el Puerto Rico del mañana. De seguro los padres se sacrificaron para poder comprarles la infinidad de artículos escolares necesarios. Desde uniformes hasta bultos, hay que buscar lo que está de moda para que no se vean peor que nadie. Tratan de conseguir el mejor colegio. Se aseguran que tengan para comer, transportación, etc. Los matriculan en escuelas de modelaje, karate, ballet y música. Los llevan a los juegos, los enseñan a jugar y hasta sirven de coach para compartir más tiempo con ellos y asegurar que le vaya bien. Y la computadora, ni hablar, les compran equipos que ni la Nasa tiene. Enseguida que pueden, le compran su carrito. Los protegen, cuidan, curan y alimentan por años. Años gozosos. Qué fantástico tener hijos, verlos crecer y admirar sus proezas. El trabajo, las largas horas y los contratiempos y amarguras que pasamos criándolos son minúsculos comparados con esa alegría pura que sentimos al verlos reír, gozando, viviendo. Te mataste por ellos... pero valió la pena. * ¿Lo hiciste todo? ¿No se te guedó nada? ¿Seguro? Te aseguraste de incluir a Cristo en sus vidas. No, no hablo de meterle una biblia al bulto. Ni decorar el carro con cruces. Te pregunto si le has hablado de las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Lo que te enseñaron tus padres. Sabemos que tienes que competir con los juegos, cable TV, los DVD’s, los amigos y la música, pero no dejes que se olvide ese Jesús que te ayudó a superar todo para tenerlos bien. Cuándo estás con ellos, no tienes que pintarle una figura en la frente. Háblales de lo lindo que se vive con Dios en el corazón. Esos miedos, complejos y ansias que experimentan en la escuela se apaciguan sabiendo lo especial que ellos son para nosotros y para el Señor. Si viven con sinceridad y compasión en la escuela, la pasan mejor y ayudan a que otros la pasen igual. No te creas, a veces el de uno es el que tiene a los otros agriados. No digas, “el mío no”... Si lo tuviste que decir, lo más seguro que el tuyo es el problema. Los criminales, drogadictos y corruptos no se hacen en un día, se crían al igual que todos, poco a poco. * Los ratos que pasan en la escuela, pueden ser agrios para algunos. Los niños pueden ser crueles, hostigando y maltratando a sus compañeros sin medida. Sus envidias e inseguridades pueden apoderarse de tu angelito, cambiándole el manto de angelito que llevaban. Ese maltrato los afectará por años, cambiando su forma de ser y creándole paredes que atrapen su felicidad futura. No tienes que buscar un detective, te darás cuenta por su comportamiento. Escucha cuando te hablen. Haz un verdadero intento por averiguar su bienestar. Ya les diste las tenis de $100. Ahora dales herramientas que lo ayuden a crecer, a madurar con un sentimiento de propósito. Si no incluyes a Jesús en sus vidas, se perderá de tu familia para siempre. A quien invocarán cuando se agobien, cuando estén triste, cuando se sientan sólos. Sólo tú lo puedes hacer. Si lo quieres ayudar, preparalo para la vida. No solamente para el trabajo. Para hacer un trabajo completo tienes que moldear su persona. * Durante el año los llevará al cine, a las prácticas, las clases y al parque docenas de veces. ¿Y a la Iglesia? No sabes. Bueno por el bien de ellos, espero que sepas pronto. Fortalécelos con Cristo ante de que sea muy tarde. Las tribulaciones que pasan en los años escolares son los pilares que formarán su comportamiento y su persona. Enséñales la gracia de Dios Divino, el valor de los sentimientos cristianos para ellos y otros. No te conformes con hacerlos estudiantes, hazlos maestros que puedan ayudar a otros en el futuro. De ti depende. Si no te le metes en la cabeza a tus hijos de seguro otro lo hará. Con tanta basura disponible, algo le tocará. No esperes que llegue el día en que ni lo conozcas. Tienes que educarlo espiritualmente también. La educación de tus hijos no termina en la escuela, ni en el parque, termina con la paz que sólo se consigue traves de Cristo Jesús. Luis Nieves Sánchez, SSN. |
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