LA CIZAÑA
Qué maravilloso es el ser humano! Con tanto potencial y promesa, capaz de tantas cosas lindas. Un ser que puede sacrificarlo todo por un ser querido y a la vez dar su vida por un extraño. Creado a semejanza de Dios, con la capacidad de amar, así como Cristo nos amó. Un ser que eleva su espíritu cuando peor están las cosas. La adoración de madre y padre, el amor de hermanos, el cariño de los amigos y ese sentimiento genuino de gozo y alegría que sentimos al ver nuestros niños jugando, son emociones milagrosas y preciosas. Podemos amar a nuestra pareja con un amor tan profundo que se acerque a la locura, reírnos a carcajadas por ocurrencias o recuerdos, gritar a toda voz las alabanzas de Dios y llorar amargamente la muerte de un ser amado. Diversas sentimientos que nos hacen únicos, verdaderos tesoros del Señor. Pero algunos no se conforman con estos regalos que se le han dado. Por sus complejos, envidias y frustraciones tratan de imponer su voluntad a la de otros. Si las cosas no se hacen a su manera, se revientan por dentro y tratan por todos los medios de sabotear las relaciones, obras e instituciones con quienes tienen contacto. Lo que asombra es que sus actos no son espontaneos. Son calculados. Paso a paso, persona por persona tratan de envenenar las mentes de otros para así crear el descontento y alterar las funciones de sus entidades y familias. Sus agendas no son la del bien común y gracias a sus destrezas en estas empresas, se esquivan de culpa. Lo que no quieren, lo que no entienden y lo que no pueden son blancos para atacar e hundir. A veces los otros se dan cuenta de sus malabares, pero que van a hacer? Conociéndolos, saben que sería una batalla sin ganadores, que derrumbaría lo que muchos han hecho funcionar. Y así se queda. Un círculo vicioso que denigra los valores cristianos que profesan. Mi gente, porque tienes que manchar el nombre de otros. Porqué tienes que regar tu infelicidad entre tus amistades y compañeros. Les nubla su mundo y el tuyo. Si tienen que espera en una fila, se aseguran que todos en la fila sepan lo injusto de la espera, hablando basura y lanzando insultos a quienes trabajan allí. No hay tolerancia para las ideas de otros, desde la política hasta la religión. Si no son sus ideales, los descarta y buscas recriminación y persecución. ¿Qué pasó con ese tesoro de Jesús? Lo dulce que eras, lo servicial, lo honesto, lo amable. Si pierdes la cristianidad en tu forma de ser, no sólo desperdicias un regalo hermoso que Dios te brinda, también corres el peligro de adiestrar a otros con tu comportamiento y así crear algo vil y duradero. Recuerda, se cosecha lo que se siembra. Verás que con el tiempo la gente te conocerán mucho más de lo que crees, y así te tratarán. Calumniar a los amigos, compañeros, maestros, políticos ó sacerdotes tiene su precio. Porque no ayudas a tu gente, a tu empresa y a tu Iglesia? Te sentirás mejor, el ambiente se pone más liviano, las obras se realizan mejor y tu recompensa llegará más temprano sembrando amor, que sembrando malestar. Con Cristo en tu mente, en tu alma y en tu corazón llevarás alegría y paz a tu gente. Llévales el pan de vida y el cáliz de salvación, no las enredaderas de la cizaña. Luis Nieves Sánchez, SSN. |
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