Carlos Manuel "Charlie" Rodríguez, el apóstol universitario

En julio de 1997 el Papa Juan Pablo II proclamó la heroicidad de virtudes de Carlos Manuel "Charlie" Rodríguez, un laico portorriqueño que consagró su vida al servicio de la Iglesia y dedicó todos sus esfuerzos a la pastoral universitaria. A fines de abril pasado el equipo médico de la Congregación para la Causa de los Santos dictaminó unánimemente el carácter inexplicable de una curación atribuida a la intercesión de Charlie, esta semana, el Arzobispo de San Juan, Mons. Roberto González Nieves, anunció con júbilo que el laico boricua será beatificado el 29 de abril del 2001 en una Misa celebrada en la Plaza San Pedro.

Su vida. Charlie Rodríguez nació el 22 de noviembre de 1918 en el seno de una humilde familia de pequeños comerciantes en Caguas. Segundo de cinco hermanos, desde muy pequeño desarrolló una piedad serena que desplegaba participando como acólito en la Catedral de Caguas. A los doce años, por salvar la vida de su primo que estaba siendo atacado por un perro, recibió un severo trauma y comenzó a padecer severos problemas intestinales que lo acompañaron toda su vida e incluso lo obligaron a abandonar la universidad, donde destacó como uno de los mejores alumnos. Autodidacta y experto en humanidades, Charlie también gustaba de la ópera, la música y el cine, sus problemas de salud se agravaron con un cáncer intestinal que le causó la muerte a la edad de 45 años, el 13 de julio de 1963.

En lo cotidiano. "Charlie estaba enamorado de Cristo, lo amaba y amaba a los demás, hizo de su vida un acto de amor a Dios", relata su hermano Pepe, hoy monje benedictino de 77 años de edad. "Su apostolado comenzaba en la casa, él celebraba las fiestas religiosas haciéndonos entender el sentido de las fiestas, era muy inteligente y tuvo una dedicación total a dar a conocer a Cristo, dio toda su vida a esa misión", agrega el religioso.

La liturgia. Primero como oficinista en dependencias del gobierno y luego como asesor de estudiantes en el Centro Universitario Católico de la Universidad de Puerto Rico, Charlie desarrolló una intensa actividad apostólica entre los estudiantes y maestros que buscaban sus consejos en lo académico y en la vivencia de la fe. Todo esto lo combinó con su amor por la liturgia -especialmente por la celebración de la Vigilia Pascual, tras la renovación del Papa Pío XII- dedicándole la publicación de una revista y profundizando en escritos que repartía entre laicos y amigos sacerdotes.

Como laico. El Padre Mario Meza, capuchino español, llegó a San Juan en 1991 para dictar durante un semestre el curso de historia de la Filosofía en el seminario local, pero conocer la vida de Charlie lo llevó a presentar un pedido ante el Arzobispado para que se abriera el proceso y terminó convertido en el postulador diocesano de su causa. Según el sacerdote, Charlie "vio claro que su camino era trabajar como laico al servicio de la Iglesia" y se dedicó "a la piedad litúrgica y cristocéntrica, que son las dos líneas que caracterizan toda su vida". "Antes de aceptar ser postulador de la causa yo llegué a la conclusión de que los valores evangélicos esenciales, la vivencia de la cruz, la humildad, y las virtudes infusas que da el Bautismo que son la fe, la esperanza y la caridad, se daban en grado extraordinario en la vida de Charlie, estaban encarnados en él", relata el Padre Meza.

La curación. La vivencia de tales virtudes ya fue reconocida por la Santa Sede, pero es una curación milagrosa la que ahora le valdría ser elevado a los altares. En marzo de 1981, la Sra. D.S.A. tenía 42 años de edad. Casada y con una hija de 12 años, los médicos la desahuciaron diagnosticándole un linfoma canceroso de tipo Hoskings en el pulmón. D.S.A. y su esposo fueron discípulos de Charlie en el Centro Universitario y siempre vieron en él a un modelo de virtud y vida cristiana. "Fue mi esposo el que me encomendó a Charlie en cuanto supo de mi enfermedad. Él se acordó de Charlie y como era nuestro amigo y más amigo de Dios, decidió pedirle un favor para que interceda, por eso rezó pidiéndole a Charlie que 'meta su mano'", explica. Dos semanas después, nuevos análisis revelaron que el linfoma había desaparecido y una operación practicada en junio de 1981 por un presunto nódulo canceroso en la arteria carótida, confirmó el hecho inexplicable: no había rastros de cáncer.

Testimonio. "Charlie vivió toda su vida para el apostolado y el servicio a los demás, ayudaba con fervor a los universitarios, todo lo hacía con paciencia y nunca tenía coraje ni mal humor pese a su enfermedad", explica D.S.A. "Yo siempre pensé que él se esforzaba por ser santo, hasta conservo una reliquia suya, un trozo de algodón con unas gotas de su sangre que obtuve cuando le hicieron un análisis antes de que muriera.

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